SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

El empobrecimiento material e intelectual del “trabajo obrero”, del obrero.-

 

El continuo girar del molino en la producción capitalista en nuestras sociedades modernas, impulsando constantemente la riqueza material e intelectual hacia el lado de los empresarios y sus instituciones, tiene como efecto paralelo un inmenso empobrecimiento material e intelectual en el lado del obrero.

            Recordamos enseguida que el obrero no es un individuo que trabaja, sino la forma que adquiere el trabajo cuando lo organiza el capital. Y cuando esto es así, el trabajo es colectivo, y se presta en régimen de absoluta obediencia, sujeción a disciplina, ausencia de iniciativa, y cobro de un salario señalado por los empresarios, como coste y en función de su ganancia media.

            Esas son las características del trabajo obrero. Y en él entran, por tanto, desde el ingeniero al peón. Es el conjunto del trabajador contratado, empleado, el que elabora el producto, y la fuente de toda la ganancia.

            Este trabajador colectivo por cuenta ajena, en el molino triturador de la producción, actúa de tal forma que empuja hacia el empresario, no sólo la mayor parte de la riqueza que produce, sino los conocimientos, la sabiduría que se desprende de su práctica. Y al mismo tiempo, como correspondencia, produce y reproduce su empobrecimiento material (relativo, en relación con la ganancia) e intelectual; el suyo y el de sus instituciones.

            Recordemos, asimismo, que el empresario, el empresariado, (el capital, que se dice), se universaliza, se mundializa, se globaliza, y con él lo hace el obrero, el trabajo obrero.

            La tendencia es a obtener la mayor ganancia. Es cuestión de productividad (donde entra, naturalmente, la calidad del producto) y costes, básicamente, para situar geográficamente el lugar de la producción. La tendencia, por tanto, es a universalizar el trabajo obrero. O lo que es lo mismo, la tendencia es a universalizar el empobrecimiento material e intelectual del obrero.

            Así lo dijo Marx y no se quiso entender. Se tomó como una profecía lo que no era más que una exigencia sistémica (del sistema). El sistema exige este doble movimiento: enriquecimiento de un lado, y empobrecimiento del otro. Y así ocurre. Y así ocurrirá (si se sigue trabajando bajo ese sistema).

            El que estas leyes funcionen en forma de tendencia, no quiere decir que no tengan eficacia.

            Se entendió como empobrecimiento la carencia de lo más elemental para poder subsistir el obrero. Cuando el sistema, lo que plantea es que, según sea la productividad, los salarios se han de mantener a un nivel que permita obtener la ganancia media del capital. Lo cual permite un enriquecimiento constante y una productividad creciente, es decir, un mejor trabajo en calidad y cantidad creciente. El obrero siempre sujeto a los vaivenes de la ganancia. El obrero siempre rezando para que el empresario gane mucho y le pueda pagar el salario.

            Un empobrecimiento relativo, en lo económico.

            En lo intelectual, un empobrecimiento universal.

            El sistema impide la creatividad, la iniciativa, la responsabilidad al obrero en su trabajo.

            Reserva todas estas posibilidades al empresario.

            El emprendedor es el empresario. Y como a las instituciones del empresario les da vergüenza que esto sea así, dicen que cualquiera puede ser emprendedor, naturalmente haciéndose empresario. Para que parezca que no es así, dicen que cualquiera puede ser emprendedor sin tener trabajadores, haciéndose empresario… de sí mismo.

            En todo caso lo que se omite, se oculta, es que el obrero, trabajador del capital, no puede serlo. No puede serlo por exigencia sistémica. No puede ser obrero y emprendedor al mismo tiempo.

            Un sistema de producción que no permite al trabajador enriquecerse con el ejercicio de su creatividad, su iniciativa, su responsabilidad, su arrojo de emprendedor, compartido todo ello con sus compañeros de trabajo; y que reserva todo ello sólo al empresario, no puede, para reproducirse, sino acudir a sus instituciones, a las instituciones, para que enmascaren esta realidad, ocultando estos datos, estas características, esenciales de su funcionamiento.

            Dado que el sistema produce, efectivamente, esos resultados, y además, de manera palpable, el trabajo de enmascaramiento ha de ser un trabajo fino.

            Hay que partir de que “no hay alternativa” a este sistema. Y eso lo dirán y lo repetirán machaconamente todos los medios de formación de opinión: Universidades, libros, revistas, diarios, televisiones, radios, escritores, periodistas, políticos (de los que se dicen de derechas y de los que se dicen de izquierdas), sindicalistas, dirigentes de las iglesias. Todas las instituciones, sin excepción, nos convencerán de que no hay alternativa.

            Hay que incluir aquí a las instituciones que se consideran antisistema, porque el simple “anti” no es una alternativa. “Otro mundo es posible”, no es más que admitir la posibilidad de que haya otros mundos; además no se trata de otros mundos, sino de otra manera de trabajar, de ordenar el trabajo.

            Desde el momento en que se parte de ese principio, la consecuencia es lógica: hay que acomodarse en ese sistema.

            El sistema tiene una matriz ordenadora con carácter inamovible: el trabajo de la producción material lo controla el empresario.

            Por lo tanto, de eso no vamos a volver a hablar, nos dicen todas las instituciones. De eso, ni se habla.

            “De eso ni se habla”, quiere decir más o menos: el trabajo obrero seguirá siendo trabajo obrero; pero a partir de ahí, podemos hablar, tratar y discutir de lo que ustedes quieran.

            Y ahora, vienen las instituciones, en tromba, y dicen al obrero: hablemos de salarios, clases de salarios, cuantía del salario, salarios en relación con la productividad, salario por tiempo, salario por tarea, salario en relación con el índice del coste de la vida, salario a destajo; jornada, jornada máxima, jornada continua, jornada partida, jornada por turnos, jornada nocturna, jornada a tiempo parcial; contrato indefinido, contrato temporal, contrato de interino, contrato de trabajo eventual; descanso anual, descanso semanal, descanso diario; permisos excedencias…, ¿de qué más quiere usted tratar?

            Sanidad, escuelas, centros de formación, becas, transportes públicos, control de los precios de los productos básicos, Seguridad Social, pensiones, residencias para mayores, vivienda asequible, centros de ocio y esparcimiento, centros culturales,… ¿de qué asuntos que le afecten quiere usted tratar además?

            Juzgados que funcionen, seguridad ciudadana, Gobiernos central, autonómico, provincial y local honrados y eficientes, que prestan servicios de acuerdo a las necesidades de la ciudadanía…

            El paro, la vivienda, el terrorismo… (los asuntos que más preocupan al personal -y a los obreros-, según las instituciones).

            Ya se ve. El obrero puede pedir, “luchar”, lo que quiera, lo que más le afecte, que para responder están las instituciones. Excepto una cosa: la matriz, la ordenación del trabajo es intocable.

            El ruido de las instituciones funcionando tapan la matriz: lo más importante.

            Partiendo de esa matriz, las instituciones, todas, reproducen esa matriz. O sea, todas las respuestas que le dan al obrero esas instituciones, son respuestas “para un obrero”. Si preguntara un empresario, obtendría respuestas “para un empresario”. Son instituciones nacidas (en su matriz) para eso: para resolver problemas entre empresarios y obreros, y como es natural, son instituciones capitalistas. Tienen su matriz capitalista, que responde a la matriz capitalista de la producción: de la organización del trabajo hecha por el empresario.

            En consecuencia, el trabajo fino de las instituciones consiste, básicamente, en dar respuesta a todos los problemas del obrero, ocultando que esos problemas los tiene el obrero porque es obrero. Dando con ello la sensación de que esos problemas se plantean “siempre”, “en cualquier situación”, de la misma manera.

            Es decir, atienden los problemas ocultando su origen, su causa; ocultando la matriz que los produce, y que siempre los seguirá produciendo, porque es su efecto lógico.

            Si el trabajo por cuenta ajena, la matriz, arrincona al obrero, negándole la iniciativa, la creatividad, el control de su actividad y los conocimientos que de la misma deriva, limitándolo a tareas de ejecución; las instituciones encargadas de la reproducción de esta matriz, no pueden, por razones de sistema, cambiar este reparto de funciones. Y esto es, precisamente lo que hay que enmascarar.

            Hay que ocultar la matriz de las instituciones, el motor que las impulsa y les transmite los mandatos a los que han de obedecer.

            Para esta función de ocultamiento, no hay más que una solución: recurrir a otra matriz, colocar una matriz falsa en el lugar de la verdadera.

            La matriz verdadera consiste en un fenómeno real y comprobable: el proceso de trabajo colectivo por cuenta ajena. Igual de reales y comprobables son sus efectos distribuidores de la riqueza y el saber.

            La matriz falsa, la que oculta y enmascara a ésta, no puede ser real ni comprobable, al menos en una forma clara y evidente, porque una cosa no puede ser blanca y negra al mismo tiempo. Hay que buscar una matriz borrosa, poco precisa, y sobre todo, que no sea fácilmente comprobable.

            Y así se hizo.

            La matriz falsa, que haremos pasar por la verdadera, y que servirá para enmascararla, será un concepto: el bienestar general.

            Tendremos así:

 

O lo que es lo mismo:

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